Mensajes de Jesús al Obispo Ottavio Michelini, el 17 de septiembre del 1975
Excmo.Señor Obispo Ottavio Michelini
La lujuria e impureza del falso profeta Francisco
Benedicto XVI, el papa judío alemán en una de las varias ocasiones en que hace señas satánicas
Hijo, todos los miembros de un cuerpo
tienden armoniosamente a un único fin; la conservación y el crecimiento del
mismo cuerpo.
Así en mi Cuerpo Místico, todos los
miembros deberían tender razonablemente al supremo bien del Cuerpo Místico, que
es la salvación de todos los miembros de los que esta formado.
El hecho de que estos miembros sean
libres e inteligentes, capaces de discernir y de querer el bien o el mal,
constituye una razón más para que todos tiendan al bien común. Sin embargo no
es así.
Seducidos y engañados muchos miembros,
rompiendo la armonía del Cuerpo del que forman parte, persiguen el mal
tenazmente, dañando no sólo a sí mismos, sino a todos los otros miembros del
cuerpo.
Si además, estos miembros son
sacerdotes, ellos destruyen la armoniosa cohesión con un daño incalculable para
sí mismos y para comunidad cristiana entera.
En mi Iglesia todos los sacerdotes
deben tender esforzadamente al bien común de todas las almas; para esto han
sido llamados, sin ninguna excepción.
No hay en Mi Iglesia distinción de
fines: la finalidad es una sola para todos los miembros, de modo muy particular
para mis sacerdotes: salvar almas, salvar almas, salvar almas.
El último sacerdote, (último en la
forma vuestra de decir, porque podría ser el primero, como el Santo Cura de
Ars, último y primero), digo el último sacerdote que gasta su vida en el
ofrecimiento de sí mismo en el Santo Sacrificio de la Misa en comunión Conmigo
delante de mi Padre, es hasta más grande que muchos dignatarios que no siempre
lo hacen.
En mi Cuerpo Místico hay muchos
miembros terriblemente enfermos de presunción, de soberbia, de lujuria.
En mi Cuerpo Místico hay muchos
sacerdotes obreros, más preocupados por el lucro que por la salvación de las
almas.
Hay muchos sacerdotes orgullosos de
su "saber hacer”, es decir de su astucia. Olvidando que a menudo, aunque
no siempre, el arte del saber hacer es el arte del mentir: esta es la perfidia
o la astucia de Satanás.
Vuestro lenguaje sea simple y
sincero: si es sí, sí; si es no, no: la verdad es caridad.
No sus palabras
En Mi Iglesia hay sacerdotes que se
predican a sí mismos. En el rebuscamiento del lenguaje, en la elegancia del
decir, y con otros cien recursos, buscan llamar la atención de los oyentes para
hacerlos converger sobre sí.
Es verdad que mi palabra es por sí
misma eficaz, ¡pero mi Palabra, no su palabra!. Mi Palabra, antes de ser
anunciada ha de ser leída, meditada y absorbida; después dada con humildad y
simplicidad.
En mi Cuerpo Místico hay focos de
infección, hay llagas purulentas.
En los seminarios hay gente infectada
que contamina a aquellos que deben ser mis ministros del mañana ¿quién puede
valorar el mal?
Si en una clínica o en una comunidad
se manifiesta una enfermedad contagiosa, se recurre a los remedios con gran
solicitud, con informaciones y aislamientos, con medidas enérgicas y
repentinas. En mi Cuerpo Místico se manifiestan males mucho más graves, y hay
aquiescencia como si nada estuviera pasando. Miedos y temores injustificados,
se dice.
¡No es amor, no es caridad el
permitir difundirse los males que llevan a las almas a la perdición!
Hay abuso exagerado de la
Misericordia de Dios como, si con la Misericordia, no coexistiese la
Justicia...
Quién está investido de
responsabilidad, actuando con rectitud, no debe preocuparse por las
consecuencias cuando necesita tomar medidas para cortar el mal en curso.
Hijo, ¿qué decir luego de tantos
sacerdotes míos, del modo del todo irresponsable con el que llevan a cabo una
tarea delicadísima, como es la de la enseñanza religiosa en las escuelas?
De acuerdo que no faltan sacerdotes
bien formados y conscientes, que cumplen sus deberes de la mejor manera. Pero
junto a los buenos, ¡cuántos superficiales, inconscientes, incluso corruptos!
Han hecho y hacen un mal inmenso, en lugar del bien, a los jóvenes, tan
necesitados de ser ayudados moral y espiritualmente.
La comprensión para estos sacerdotes
míos no debe justificar licencia.
Un hábito apropiado
De lo alto han sido impartidas
disposiciones con relación al hábito sacerdotal. Mis sacerdotes, viviendo en el
mundo han sido segregados del mundo.
Quiero a mis sacerdotes distintos de
los laicos, no sólo por un tenor de vida espiritual más perfecta, sino también
exteriormente deben distinguirse con su hábito propio.
¡Cuántos escándalos, cuántos abusos y
cuántas ocasiones más de pecado y cuántos pecados más!
¡Qué inadmisible condescendencia por
parte de los que tienen el poder de legislar!
Y junto con el poder, tienen también
el deber de hacer respetar sus leyes. ¿Por qué no se hace?
Lo sé: las molestias no serían pocas.
Pero Yo no he prometido jamás a nadie una vida fácil, cómoda, exenta de
disgustos.
Quizá teman reacciones
contraproducentes. No, el relajamiento provoca un mayor relajamiento.
Funcionarios estatales, de empresas,
de entes militares visten su uniforme. Muchos sacerdotes míos se avergüenzan,
contraviniendo las disposiciones, compitiendo en coquetería con los mundanos.
¿Cómo, hijo, puedo no dolerme
amorosamente? Quien no es fiel en lo poco, tampoco lo es en lo mucho.
¿Qué decir, luego, del modo en que se
administran mis Sacramentos por tantos de mis sacerdotes? Se va al
confesionario en mangas de camisa, y no siempre con la camisa, sin estola.
Si se debe hacer una visita a una
familia de respeto, se ponen la chaqueta, pero la casa de Dios es mucho más que
cualquier familia de respeto.
También está prescrito vestido talar
para el ejercicio del propio ministerio: asistencia a los enfermos, enseñanza
en las escuelas, visitas a los hospitales, celebración de la Santa Misa,
administración de los Sacramentos. ¿Quién se pone ahora el vestido talar para
todo esto?
Esto, hijo mío, es indisciplina que
roña en la anarquía.
¿Que decirte de tantos sacerdotes
míos que no tienen tiempo de rezar, atosigados como están en tantas
actividades inútiles, aunque aparentemente santas?
Actividades inútiles porque les falta
su alma, porque les falta mi presencia. Donde Yo no estoy no hay fecundidad
espiritual.
Pero cuántos sacerdotes tienen tiempo
para ir a ver películas inmorales y pornográficas, con el pretexto de que se
necesita conocer para juzgar. Esta justificación es satánica.
Los santos sacerdotes, que jamás se
permitirían tales inmoralidades, no serían hábiles para orientar y aconsejar a
las almas...
El deber de la obediencia
Aquí tienes hasta qué punto hemos
llegado.
Pero lo hay peor todavía. Yo, hijo
mío, he constituido la Iglesia jerárquica, y no se diga que los tiempos han
cambiado y que por eso es necesario cambiar todo.
En mi Iglesia hay puntos firmes que
no pueden variar con el mudar de los tiempos. Jamás podrá ser cambiado el
principio de autoridad, el deber de la obediencia.
Podrá ser cambiado el modo de ejercer
la autoridad, pero no podrá ser anulada la autoridad.
¡No se confunda jamás la paternidad
requerida en las altas esferas con la debilidad! La paternidad no excluye sino,
al contrario, exige la firmeza.
Hijo mío, ¿porqué he querido sacar a
la luz una parte de los muchos males que afligen a mi Iglesia? Lo he hecho para
poner a mis sacerdotes frente a sus responsabilidades. Quiero su regreso para
una vida verdaderamente santa.
Quiero su conversión porque los amo.
Sepan que su conducta a veces es causa de escándalos y de ruina para muchas
almas.
¡No
es justo que se abuse del amor de Dios, confiando en su misericordia e
ignorando casi enteramente su justicia!
Hijo, te he dicho repetidamente que
el alud está ya en curso. Sólo el regreso sincero a la oración y a la
penitencia de todos mis sacerdotes y de los cristianos podría aplacar la Ira
del Padre y detener las justas y lógicas consecuencias de su justicia, siempre
movida por el Amor.
He querido decirte esto porque quiero hacer de mi "pequeña gota de
agua que cae hacia abajo" un instrumento para el plan de mi Providencia.
Te bendigo, oh hijo. Quiéreme mucho;
reza, repara y recompénsame con tu amor de tanto mal que arrecia en mi Iglesia.
Excepción en la obediencia
Sin embargo, reveló Jesús al obispo
Ottavio Michelini, no debe olvidarse que “no
obliga obedecer a los obispos malos”, a los que se salen de la Enseñanza
de la sana Doctrina de la Iglesia y de los Mandamientos de Dios, a los que
tuercen el sentido verdadero de las Sagradas Escrituras o las alteran, dándoles
una interpretación personalista o mundana, y a los que llevan una vida impía o
causan escándalo con el desorden de su vida moral y espiritual, ni a los que
invitan a no seguir el ejemplo de vida de Jesús, fundador y maestro eterno del
Cuerpo Místico, de la Iglesia de Cristo.
También mucho bien
Es bien cierto que en mi Iglesia hay
también mucho bien, ¡Ay si no fuera así! Pero Yo no he venido por los justos;
ellos no tienen necesidad. He venido por los pecadores; ¡a éstos quiero, a
éstos debo salvar!
Por eso he dado el toque en alguna de
las muchas llagas y heridas, causa de la perdición de almas.
Se dice que no se va al infierno. O
se niega el infierno o se apela a la Misericordia de Dios que no puede mandar a
ninguno al infierno.
No
por estas herejías y errores deja de existir el Infierno. No por esto muchos
impenitentes, también sacerdotes, evitan el Infierno...
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