miércoles, 2 de marzo de 2016

MENSAJES DE JESÚS A OTTAVIO MICHELINI VIGENTES AL 2016.

ROSA MÍSTICA DEL CIELO
Confidencias de Jesús a un Sacerdote
Monseñor Ottavio Michelini
                                        Mensajes Vigentes al 2016
Mons. Ottavio Michelini

Anteriores: EL MODERNISMO ES PAGANISMO (Parte 1) 
  • Nuestro Señor Jesucristo habla de Su Madre Santísima.
  • El entero Cuerpo Místico se ha vuelto estéril.
  • La Virtud verdadera de la Piedad.
  • La Fortaleza Interior.
  • Encender de nuevo el Fuego.


7 de diciembre de 1975
ROSA MÍSTICA DEL CIELO 

“Escribe hijo mío:
Hoy, 7 de diciembre, vigilia de la fiesta de la Inmaculada Concepción de mi Madre y vuestra Madre, fiesta grande en el Cielo y fiesta en la tierra, te quiero hablar de Ella, mística Rosa del cielo y de la tierra.
Te quiero hablar de Ella, la más bella flor de toda la creación, obra maestra de mi Sabiduría, de mi Potencia, de mi Amor.
Ya te he referido de esta flor, de su naturaleza, de su belleza única; no existe ni existirá otra en el tiempo ni en la eternidad.
Está hecha de candor inmaculado, está hecha de esplendor inigualable, está hecha de amor. Y por Mí, Dios Uno y Trino.
Yo soy el Lirio de los valles; ella ha raptado mi luz; Yo soy el Amor, ella ha raptado mi amor. María es candor, luz y amor, rosa mística.
En el centro de esta rosa mística está el amor. Como brasero ardiente irradia calor que se expande en el cielo y en la tierra, todo y a todos envuelve y compenetra de sí.
Ella es el gozo del Padre, su hija predilecta y más querida.
Ella es la Madre generosa que me da a Mí, Verbo, su humanidad, Ella es la esposa amada del Espíritu Santo que infunde en ella la abundancia infinita de sus dones.
Ella es la Rosa mística del Paraíso, de la tierra y del universo entero.

·        Está hecha de amor

Pero la rosa no tiene sólo la corola, la rosa tiene también su tallo, tiene sus hojitas que la adornan y completan su belleza, la rosa tiene sus colores estupendos.
La Rosa mística tiene en su centro los colores de las virtudes sobrenaturales, de la fe, de la esperanza y del amor; estos colores hacen gradación en matices hasta el amarillo oro de los bordes para significar que Ella no es sólo la mística rosa del Paraíso, sino también de la Iglesia sobre la tierra.
Las hojitas que la adornan son el símbolo de las virtudes cardinales y de las otras virtudes; el tallo robusto con agudas espinas simboliza la defensa contra cualquier tentativa de vejación por parte de sus Enemigos visibles e invisibles.
La Rosa mística tiene su perfume que envuelve a todas las almas que en Ella confían y que a Ella se abandonan.
El perfume, también él amigo, es protección segura contra los asaltos de las potencias del mal.
Mística Rosa, la flor más bella del cielo y de la tierra, nadie jamás te podrá desfigurar. Rosa mística, eres objeto de constante, inmutable amor de parte de Dios, y de la veneración de los Ángeles y los Santos.

8 de diciembre de 1975 
TODAVÍA HOY NO CREEN

Hijo mío, escribe:
Yo, Jesús, Unigénito Hijo de Dios, uno con el Padre y con el Espíritu Santo, en los tres años de mi vida pública muchas veces, con claridad y precisión, he manifestado a mis Apóstoles y Discípulos que era necesario que el grano de trigo fuese arrojado en tierra para pudrirse y poder dar frutos abundantes.
Pero ni los discípulos ni los Apóstoles quisieron comprender, a pesar de que mis palabras no se prestaban a equívocos. Nunca se convencieron de la razón de mi muerte ni de mi tremenda pasión; a pesar de las veces que les hablé de esto, sin velos.
Estaba realizando mi designio de amor por la salvación de los hombres (designio iniciado en la humillación y pobreza, en la obediencia y sufrimiento, en la oración continua) y ellos no entendieron porque no querían aceptar la hora tremenda de las tinieblas.
Era Yo el que preparaba el germinar de mi Iglesia en la persecución por parte de los grandes del pueblo, pero no conseguí la comprensión de mis predilectos. Era el Hombre-Dios y hacía milagros, pero no se me creía.
Se rebelaron en la hora oscura de mi Pasión y Muerte con obstinación ciega, con absurda testarudez.
Sólo una criatura estaba bien segura de la inevitable hora de las tinieblas que se cernía sobre el mundo: Mi Madre. Durante toda su vida tuvo traspasado su Corazón Inmaculado por la visión de mi Pasión y Muerte.
Hijo mío, hoy las cosas son las mismas de entonces, pero no se me debe imputar a Mí esta situación sino solamente a esta generación perversa que rechaza a Dios con el pecado de Satanás y que, impenitente, no cree en mis palabras.

¿No ha hablado Mi Madre con precisión, con claridad en Lourdes, en Fátima y en otros innumerables lugares? No han creído.
He hablado Yo y todavía no han creído. Hace dos mil años que el Grano debía morir para renacer como germen lozano y vital. La Cabeza de la naciente Iglesia debía inmolarse en la aniquilación para la Salvación común.
Allá fue la Cabeza, se inmoló a Sí mismo para satisfacer la deuda impagable debida a la divina Justicia.

Hoy es el entero Cuerpo Místico que vuelto estéril, como la higuera maldita, por la infestación demoniaca del ateísmo, debe como el grano de trigo ser arrojado al seno de la tierra y morir para renacer a nueva y fecunda vida divina. Esto responde exactamente a exigencias irreversibles de mi Justicia y de mi Misericordia.
En verdad os digo que si no renacéis, no entraréis en el reino de los cielos. Acto de infinita misericordia y justicia es el misterio de mi Redención. Acto de misericordia y de justicia es la hora de la purificación.

·       La Redención está en curso

La Redención continúa, la Redención está en curso. Mi Misericordia exige vuestra salvación, Mi Justicia la satisfacción de las deudas contraídas por vosotros, mis miembros vivos, libres e inteligentes, capaces de querer o de rechazar el bien y el mal, por tanto, responsables de vuestras acciones.
No te turbes, hijo mío: la misericordia exige que todos sean advertidos, además de con llamadas interiores, también con las exteriores.
Quien quiera entender que entienda; pero el que obstinadamente, obcecado por la soberbia y el orgullo, quiera perecer como Satanás, que perezca.
¡Animo! Nada turbe tu espíritu, sea en un sentido o en otro. Yo premiaré tu docilidad y te protegeré, aunque no te ahorraré el sufrimiento.
¡Oh, ceguera y obstinación!
Oh, generación incrédula y perversa, ¿qué más podía hacer para sustraerte a la hora de la oscuridad, a la hora de muerte y de sangre que se avecina?
¿Qué más podía daros que lo que os he dado? ¡Os he dado mi Amor, mi Corazón abierto! ¡El amor de Mi Madre y vuestra!
Muchas veces Ella ha venido a la tierra para sacudiros de vuestro sopor, para haceros volver a las grandes realidades de la fe, para indicaros el camino maestro por recorrer.

·       Sanaré a mi Iglesia

Yo sanaré a los pueblos y a las naciones.
¡Yo sanaré a mi Iglesia!
No serán los teólogos muchos de los cuales, oscurecidos por la soberbia de Satanás, antes que luz se han vuelto tinieblas, acrecentando la confusión y la desorientación con sus aberrantes doctrinas.
Yo soy el Ser simplicísimo y todo lo que viene de Mí es simple mientras muchos de ellos son complicados.
Yo vuelvo simple lo que es complicado, ellos vuelven complicado lo que es simple.
No te maravilles si no aceptan estos mensajes, si desdeñosamente los rechazan. Jamás admitirán, como los doctores del templo, la verdad que no es la de ellos, porque ellos no son de la Verdad.
No te turbes.
Te bendigo. Dame a ti mismo, así como eres, con lo que tienes. Dame tus penas: las encerraré en mi Corazón misericordioso para devolvértelas en lluvia de gracias.
Ámame siempre.

12 de diciembre de 1975
LA VIRTUD DE LA PIEDAD

“Es decreto de la Divina Providencia el que los hombres peregrinantes sobre la tierra tengan que comunicarse con Dios Creador, Señor, Redentor y Santificador con signos y medios particulares.

Estos medios son variados pero todos responden al objeto. Dios en cambio puede comunicarse con vosotros también sin estos medios.
El uso de estos medios, que regulan vuestras relaciones con Dios Creador y Señor, se llama "piedad". La piedad es virtud de gran importancia porque sirve a las almas para elevarse a su Creador para alabarlo, darle gracias, glorificarlo, para expresarle a Él los propios sentimientos, para pedirle perdón de los pecados cometidos, para unirse a las voces de toda la Creación, para unirse al coro universal de todas la criaturas, animadas e inanimadas, en el himno de alabanza debido a Él, Alfa y Omega de todos y de todo.
Así pues la piedad debe ser virtud de todas las almas. Ay de aquellos que la destruyen en sí mismos; apagando en sí toda luz divina aislándose de Dios, permaneciendo como presa ansiada de Satanás.
Un hombre sin piedad es como un hombre privado de sus extremidades, que no puede dar y no puede recibir nada de nadie; el hombre sin piedad está mutilado en su libertad, condenado a ser esclavo de Satanás. En las manos de Satanás será instrumento de perdición.

·        Ya no rezan

De aquí brota la importancia de esta virtud fundamental que el ateísmo siempre ha tratado de destruir de todos modos y por todos los medios en millones y millones de almas.
Hoy el ateísmo puede jactarse con razón de haber destruido esta virtud en muchísimos cristianos, incluso en el alma de muchos sacerdotes, religiosos y religiosas que, deslumbrados por esta absurda civilización materialista, han apagado en sí mismos la fuente que alimentaba su vida interior, alma de toda actividad pastoral. Sin la piedad las almas se aridecen, transformando la Iglesia de jardín en desierto.
¡Cuántos son los sacerdotes que ya no rezan! ...
Nada de recitación del Oficio divino, nada de Rosario, "tabú bueno para otros tiempos", nada de meditación. En lugar de estas prácticas: radio, televisión, canciones, lecturas y todavía otras de las que es mejor callar.
Las luces de la fe, de la esperanza y del amor se han apagado y el proceso de desintegración de la vida divina está casi consumado.
Destronado Dios del espíritu, ha sustituido su puesto un mítico progreso social y una igualmente hipotética justicia social que jamás podrán realizar, pues está claro que ningún progreso y mucho menos ninguna justicia social es realizable sin la verdadera libertad, sin la ayuda de Dios.

·        Abrir los ojos

Hijo, mi Vicario en la tierra conoce y sigue la creciente fase de desintegración moral y espiritual de mi Cuerpo Místico y está afligido por ello. Sufre porque por muchos sacerdotes y hasta por algún obispo han quedado sin escuchar sus numerosas llamadas a la fe viva, a la verdadera piedad, única fuente de fecundidad espiritual.
No escuchando al Papa no se me escucha a Mí; ignorando al Papa se me ignora a Mí; no siguiendo al Papa no se me sigue a Mí.
¿Qué se espera todavía para sacudirse del letargo?
¿Qué se espera todavía para abrir los ojos a la realidad evidente?
¿Esperáis pasivamente ser sepultados bajo las ruinas?
Te he dicho, hijo, cómo quisiera en cada Comunidad Parroquial la Pía Unión de los Amigos del Santísimo Sacramento. Provee, sin perder tiempo, para hacer llegar a los Párrocos que conoces el estatuto que te he dado: será un encender de nuevo el fuego en muchas almas.
Reza, hijo mío, y haz rezar.

13 de diciembre de 1975
LA FORTALEZA INTERIOR

Escribe, hijo:
En un mensaje anterior te he hablado mucho de una virtud importante. Todas las virtudes son importantes, así como todos los miembros de un cuerpo, pero hay miembros de mayor importancia, otros de menor importancia.

La virtud de la que ahora tengo intención de hablarte es esa fortaleza interior de la que el cristiano tiene extrema necesidad, debiendo combatir durante toda su vida contra las fuerzas del Mal.
"Militia est vita hominis super terram"[3]Es una verdad olvidada, tratada pálidamente al modo de todos los otros problemas eclesiales, mientras se debería hacer objeto particular de estudio y tomar medidas adecuadas para difundirla y protegerla de toda insidia del Enemigo.
A medida que el muchacho toma conciencia de las dificultades espirituales que encuentra para conservarse bueno y mantenerse fiel a Dios Creador, Redentor y Santificador, debe ser iluminado. Se le ayuda a entrenarse con la virtud de la fortaleza y a formarse una visión realista de la lucha como finalidad principal de su vida terrena para alcanzar la vida eterna.
Se le deben indicar las armas indispensables para la lucha, se le deben indicar los tiempos y los modos para el uso eficaz de estas armas.
Los hombres enseñan a los soldados de un modo mucho más estricto el uso de las armas; hacen efectuar maniobras y explican a los soldados cuándo, cómo y porqué se debe recurrir al uso de estas armas. Sólo en mi Iglesia, que no carece de las estructuras necesarias, no se ha comprendido la importancia de este problema central de la pastoral. Excepto esto, el resto es marginal, es marco, ¿para qué le sirve al hombre el resto si luego, al final perdiese su alma?

·        Depende la salvación

Toda la educación y formación de dar a los niños que, abriéndose a la vida encuentran las primeras dificultades, debe estar basada en estos puntos, de los que ya se ha hablado en los mensajes anteriores: Creación y caída del hombre; Encarnación - Pasión y Muerte de Mí, Verbo Eterno de Dios para la liberación de la humanidad; mi Redención, mi Cuerpo Místico salido de Mi Corazón abierto.
¿Por qué insisto tanto en estos puntos que forman la espina dorsal de la historia del género humano? Porque a estas realidades históricas está ligada la vida de todos los hombres.
Los hombres no pueden sustraerse a esta lucha, de cuya suerte depende o la salvación o la condenación eterna.
Ningún hombre en el mundo puede presumir de poder enfrentarse a un enemigo superior por naturaleza y por potencia, sin una ayuda adecuada que Yo he provisto dársela, al precio que bien conocéis.
Para esto he querido la Iglesia en el mundo. Su objeto no es sólo la de engendrar los hijos de Dios sino de todos los modos y con los medios que posee, Ella debe hacerlos crecer, nutrirlos y defenderlos.

·        La Iglesia está formada por todos los bautizados y por la jerarquía.

Dado que la Iglesia no está formada sólo por la Jerarquía sino por todos los bautizados, he aquí que padres, educadores y sacerdotes tienen el gravísimo deber de comprometerse a fondo de esta pastoral, dirigida a hacer comprender a los hombres que es su deber combatir a Satanás que encarna el mal, en todo momento de su vida, usando las armas adecuadas y en el momento preciso.

Esta lucha debe tener para el cristiano la precedencia sobre todas las otras cosas; del resto está claro que todas las otras cosas valen sólo en la medida en que sirven al logro del fin de nuestra vida.
No debe nunca ser olvidado que Yo he hecho del cristiano un soldado, un combatiente. Fuertes en la fe, fuertes en la esperanza, fuertes en el amor, bien armados y equipados, podrán enfrentarse al Enemigo con la certeza de la victoria, como David que combatió y venció a Goliat.

·        Formación equivocada

Hijo, dime si el enfoque dado por parte de los que se dicen padres cristianos, a la formación y educación de sus hijos ¡te parece a ti la justa!
De los hijos han hecho primero unos muñecos, luego unos ídolos, al final unos tiranos prepotentes.
Nada se niega a los hijos. Desde la primerísima infancia, todo capricho es satisfecho, todo deseo es contentado. Crecen así día a día las exigencias; pueden decir de todo, pueden hacer de todo, pueden experimentar de todo y he aquí que ya tenéis ya en las escuelas primarias niños drogadictos.

No se les ha pedido jamás una renuncia suya, un sacrificio; ¿es de extrañar que el vicio los domine ya aún antes de que estos capullos se abran a la vida?
Muchos padres de estos hijos se consideran buenos cristianos; se confiesan de vez en cuando, mis sacerdotes los absuelven con afable benevolencia y los obispos continúan su sueño.
Hemos llegado a este punto de perversión; se ha perdido de vista el problema principal. Se discuten infinidad de cosas, pero no se nos reúne alrededor del Pastor para estudiar una estrategia común respecto al más grande problema de toda la Pastoral.
No se curan enfermedades mentales con blandas medicinas genéricas, no se cura un tumor con una pastilla cualquiera. Aunque una intervención quirúrgica no sea grata, no se titubea en practicarla cuando está de por medio la vida. Pero ¡cuánto miedo, cuántos temores vanos cuando se trata del bien supremo del alma! Se duda, se teme y se aplaza la solución justa hasta un tiempo que jamás vendrá.

La debilidad y las incertidumbres de obispos y sacerdotes son una de las causas principales de los muchos males de los que hoy sufre la Iglesia.
Intervenciones ponderadas sí, pero rápidas, realizadas en el momento justo, habrían evitado muchos ayes. ¡Qué daño incalculable a las almas!
Reza, hijo mío, reza y ofréceme tus pequeños sufrimientos para mitigar la infinita tristeza de Mi Corazón misericordioso.
Te bendigo: no te preocupes de lo que será de ti. Te basta mi amor, Te basta saber que estás en Mi Corazón.

14 de diciembre de 1975
ENCENDER DE NUEVO EL FUEGO

Escribe, hijo mío:
Más veces te he hablado del Amor; con insistencia he vuelto sobre este razonamiento. Esto responde a la lógica; éste es argumento inagotable, porque inagotable soy Yo, el Amor.
He dado a los hombres un mandamiento nuevo, síntesis de toda la ley. He dado a la humanidad la clave de la felicidad; en efecto, si los hombres pusieran en práctica mi mandamiento, la tierra estaría transformada en la antecámara del Paraíso. En el Paraíso está el triunfo del amor.
Yo Soy el Amor y de Mí viven todas las almas. La perfección de la vida sobre la tierra está dada por el grado de intensidad con el que las almas me aman a Mí y Conmigo aman a los hermanos. Tanto más perfecto y santo se es, cuanto más se ama. En el amor verdadero, esto es, en mi amor está la verdadera razón de la vida, la auténtica alegría de la vida.

·        El verdadero ‘don de la libertad’

¡Esfuérzate, hijo, en imaginar la vida del hombre sin una brizna de amor! Qué sería sino una vida sombría y desesperada, árida e infecunda, sin una sonrisa jamás (la sonrisa es el inicio de un acto de amor), sin un rayo de luz.
Es la vida de los demonios, es la vida de los condenados. Es la vida de los que se dejan envolver por los espíritus malignos que son orgullo, odio y desesperación, envidia, celos y sed inextinguible de mal.
Estos espíritus condenados, corroídos por la ardiente necesidad de obrar el mal, son autores de iniquidad, son fomentadores de violencias, de blasfemias, de odios y de divisiones, de herejías, de obscenidades y de cuanto todavía hay de mal en el universo.
Al contrario, el amor es ardor de bien, es autor de bien, es arrebato irresistible del alma, que está invadida de él hacia Dios y hacia los hermanos.
El amor es un sentimiento misterioso que tiene su fuente en Dios y, como flecha disparada por el arco, se dirige hacia las almas que son el objeto del amor. Las almas son de naturaleza diversa de la materia a la que, en la tierra, están unidas.
El alma es el soplo divino de vida que informa la materia, el alma por tanto se asemeja a Dios. Libre e inteligente, puede aceptar el amor o rechazar el amor, lo puede aceptar en medida y grados diversos.

Hijo, el sol extiende sus rayos, su luz y su calor sobre los cuerpos que están en su órbita y los cuerpos, desde los más nobles a los más viles, reciben las irradiaciones solares sin rechazo y sin contaminar ni luz ni calor. Pero para las almas no es así.
Las almas pueden abdicar al amor y optar por el odio, pueden abdicar a la luz y optar por las tinieblas, pueden abdicar del bien y optar por el mal. ¡Si los hombres comprendieran el don de la libertad!...
Si los hombres comprendieran lo que encierra en sí este don: escoger una felicidad eterna que ninguna lengua puede describir y que sólo el Padre puede dar, o bien una infelicidad no comprensible por parte del hombre peregrino en la tierra.

·        Rechazan el amor

En la humanidad viandante no hay todavía amor perfecto: este amor perfecto consiste en amar a Dios, Uno y Trino y en amar a los hermanos más que cualquier otra cosa en el mundo; es el mandamiento nuevo libremente aceptado y vivido en el grado más alto de intensidad.
Esta perfección del amor se alcanza y se completa en el Paraíso. El grado de gloria corresponde a este grado de amor: cuanto más intenso es el amor alcanzado, más alto es el grado de gloria.
¿Por qué rechazan los hombres el amor? ¿Por qué no saben los hombres valorar el bien mayor para el que fueron creados? También en esto pesan graves responsabilidades sobre la conciencia de mis sacerdotes y pastores.

Si aquellos que están encargados de alimentar los altos hornos de las acerías dejan de alimentar el fuego, todo se detiene; cesa el fuego de los hornos, cesa toda la actividad en la factoría. Así podéis decir para las grandes centrales térmicas.
El amor puede ser asemejado al fuego, de cualquier naturaleza que este sea, que alimenta a la acería o a la gran central: si cesa el fuego, deja de latir la vida.
En mi Iglesia muchos hornos se han apagado. Cada Obispo y cada sacerdote debe ser un horno incandescente que desprende calor, energía espiritual con la santidad de la vida, con la potencia de la Gracia divina, con la divina Palabra.
Pero si estos hornos no son alimentados, en ellos y en sus comunidades se apaga poco a poco la vida. Por esta triste realidad la Iglesia sufre.

·        El verdadero problema

¡Qué estupendo milagro se produciría, qué prodigios vería el mundo si los Obispos llamaran en torno a ellos a sus sacerdotes y con humildad verdadera, verdadera, verdadera, (como Yo les he enseñado) y sin la cual no hay genuina vitalidad interior, conviniesen juntos de mutuo acuerdo en encender de nuevo en sí mismos el fuego del amor para comunicarlo a sus hijos y hermanos!.
Oh, si poniendo aparte todas esas cosas que de bien poco sirven para la salvación de las almas, se dedicaran intensamente al verdadero problema de la Iglesia, el de contener y rebatir la ofensiva desencadenada por las fuerzas del Infierno, usando y afilando las armas puestas en desuso de la oración, de la mortificación, de la penitencia interior y exterior, caminando delante de Mi en la obediencia a mi Vicario y a la Jerarquía en la pobreza evangélica.
El mundo todavía podría ser salvado del derrumbamiento en acto que lo amenaza...
Pero no se puede rezar, no se puede mortificarse, no se puede aceptar el sufrimiento si no se cree y si no se ama.
Hijo mío, he aquí que otra vez hemos llegado al quid de la cuestión: hay crisis de fe. Y necesariamente hay crisis de amor.
Muchos hablan de amor, pero en realidad en pocas almas arde de veras. La crisis de fe ha apagado muchos hornos en la Iglesia misma.
Hace falta encenderlos nuevamente, sin perder tiempo, para que la Vida divina fluya otra vez en las almas.
Hijo, reza y haz rezar a las almas buenas. Ofrecerse con generosidad a mi Corazón misericordioso y al Corazón Inmaculado de mi Madre y vuestra quiere decir encender de nuevo el fuego en donde hay frío y hielo de muerte.

Te bendigo.